diumenge, 26 d’abril del 2009

Los árboles en mi cabello...

Estoy en proceso de redefinirme, de crecer, de (ejem..) acabar de formar mi identidad, quizás... de sentir mi independencia y ser capaz de vivirla hasta el final... Así que decido entrar en una cafeteria, sola, pedir un cafè au lait, como no, y empezar a escribir sobre todo esto... algo tan simple que debería hacer mucho más a menudo... ser yo, yo con mi propia individualidad...

Me situo en una mesa más alejada, en una esquina, que me permita coger una buenaperspectiva, sentirme un punto aislada en medio de tanta compañía... Antes de sentarme encuentro dos o tres camareros y les pido mi cafè au lait...
Me instalo en el lugar en que pasaré los siguientes minutos de mi vida y un instante más tarde alguien se acerca con mi bebida... y con sólo un sobre de azúcar... Primera opción, limitarme a la insuficiència. Segunda opción, buscar la mirada del camarero para pedir el siempre necesario segundo sobre. Tras plantearme la primera opción y descartarla rápidamente tengo la sensación que el camarero siente mi mirada e incluso levanto un poco el brazo, pero parece realmente absorto en las imágenes reproducidas en un aparato, justo encima de mi cabeza... (ni que decir sobre la interesantísima programación a lo panem et circenses) Le divierte ver que lo solicito tímidamente...? De acuerdo, me levanto y pido mi ansiado azúcar... y antes de que el hombre tanga tiempo de casi reaccionar un segundo camarero se acerca con mi sobrecillo verde... pero no se va... "quieres alguna pasta?" "no, gracias..." y aún parece insistir en observarme... (quizás debería vigilar más mi escote..?) pero finalmente me dice que tengo algo en el cabello... "ah, es por el viento..." digo un punto sorprendida, aunque mi sorpresa me deja más paralizada al ver que el hombre me ayuda a encontrar el intruso en mi pelo... los árboles enredados en los rizos...

Quiero acostumbrarme a esto... sentarme, observar aquello que me rodea... Aceptar mi capacidad de crecer, de proyectar y poder tomar mi propio espacio...

Desde este lugar tengo una visión prácticamente perfecta de todo el local... bien, mejor dicho, de la sala con las mesas... Una mujer sola comió una pizza en el tiempo que me tomé el café! lee sola durante un instante, con su cerveza... Me encanta el acento argentino... y no sólo en cantantes o actores de ojos azulados... no puedo evitar oir el tono de sus palabras aunque no puedo llegar a entender aquello que dicen. Palabras indefinidas cruzadas en distintos idiomas, distintas lenguas... Curiosamente he sentido las ganas, la necesidad, diria de manera más dramática, de escribir en esta lengua y no en la que me es más propia, quizás también por las simples mismas ganas de crecer, de proyectar... La mujer de la pizza es un personaje curioso... su rostro es de persona mayor... su pelo de una rebelde quinceañera... y mientras la observaba he descubierto que también me observaba a mí...
Desde aquí también puedo ver la mesa donde nos sentamos la primera vez que entré en este local... dibujaste círculos... me atrapaste... y llovía, como no.

Pido la cuenta... hoy toca teatro... pero hoy toca verlo desde el patio de butacas.